Día de Muertos en Capanatoyac: El Hilo Dorado de la Flor de Cempasúchil
En cada flor de cempasúchil hay más que un simple color vibrante. Este símbolo de la tradición del Día de Muertos esconde secretos ancestrales y ofrece un vínculo invisible entre el mundo de los vivos y el de los difuntos. Según los habitantes de Capanatoyac, cada pétalo guarda la luz del sol, la energía más pura que, al ser cortada y colocada sobre el altar, se transforma en un hilo dorado que conecta dos dimensiones.
“Los pétalos de cempasúchil son los ojos de nuestros difuntos”, asegura un anciano de la comunidad. “El destello de su luz les muestra el camino hacia nuestra casa, y su aroma es como un abrazo que les dice: ‘Aquí estamos, no te hemos olvidado'”.
Durante la noche del Día de Muertos, este poderoso ritual toma vida. Las flores no son simples decoraciones, sino portales, símbolos de un amor tan profundo que atraviesa el tiempo y el espacio. Cada pétalo que cae es como un susurro, un recordatorio de que, aunque las almas partan al amanecer, su presencia queda en cada rincón del hogar.
El hilo dorado que conecta a los vivos con los muertos se desvanece lentamente, pero el aroma del cempasúchil persiste, impregnando la casa con la esencia de aquellos que han partido. Para los habitantes de Capanatoyac, no es solo un ritual, es una manifestación de amor eterno, donde por una noche, la familia se siente completa nuevamente.
“Es la flor de los veinte pétalos”, dice una joven del pueblo, “y tiene el poder de hacer lo imposible: por un instante, las almas regresan a casa”.
Este 1 y 2 de noviembre, Capanatoyac se prepara para recibir, una vez más, a las almas de sus seres queridos, y las flores de cempasúchil no solo llenarán de color las calles, sino que se convertirán en el puente de luz que mantendrá vivos los recuerdos y las tradiciones.
